jueves, 28 de abril de 2011

Los campitos de Núñez (27 de abril, el barrio cumplió 138 años)


El barrio de Defe era otro en mis años de asombro, infancia y juventud. La avenida Comodoro Rivadavia nacía ancha, anchísima, casi salvaje desde las vías del Ferrocarril Mitre, y nos obsequiaba a los pibes sus tres "campitos" hasta la avenida Del Libertador. Si hoy a algún chico de barrio se le cuenta que hubo una vez, que hubo una ciudad de Buenos Aires con muchos pedazos libres para jugar, correr, revolcarse, hacer goles, comer ramitas de pasto y cazar mariposas, no lo va a creer rodeado de pantallas de TV y PC , ni tampoco asomado al murmullo de autos desde su ventanita de edificio que da a la ventanita de enfrente. Pero nosotros, en el barrio, vivimos el edén de tres canchitas propias, de tres "campitos" propios, que eran nuestros por derecho propio de vecindad y de ocupación.
Pasábamos días enteros en los "campitos", que se llamaban así, o potreros. Pero acá eran "campito": "¿Martín está? No, se fue al campito", contestaba mi vieja.
El primer "campito" lo habíamos tomado por la mitad, porque era irregular en sus cercanías con las vías. Lo usábamos a lo ancho y en el límite con la calle 3 de Febrero. Tanta suerte teníamos, que había dos arcos ya hechos o casi, para jugar al fútbol. Unos atacaban para "el cartel", una pesada y alta estructura de chapa sostenida por pilotes de madera de dos metros, que ofrecía sus dos caras para pegar propagandas. El arquero se ubicaba debajo del cartel, y la pelota se iba alto si sonaba el estruendo de la chapa. Los otros avanzaban para el arco del "lechero", que armábamos con los pértigos de su carro que descansaba con caballo y todo frente a su casa, que era como la del casero del campito. El problema era con el alazán del Lechero. Era como nuestro también y lo queríamos, y no nos gustaba que recibiera pelotazos. Lo atábamos en un árbol desvencijado casi sobre la calle. Pero una vez, jugando un desafío con los de la calle Jaramillo, "Llanero" -así le decíamos por la serie El Llanero Solitario- se soltó con árbol y todo, y tapó un tiro de gol de los contrarios. La que se armó. Que fue gol, aullaba la contra, que saque de arco decíamos nosotros. Hubo piñas, se acabó todo, y terminamos rajados por el Lechero que era bueno, pero dormía todo el día cuando lo dejábamos, después de repartir bien temprano en cada puerta del todo el barrio la leche en botellas verdes, petisonas y regordetas.
El otro campito, el del medio, era el más grande, el más importante, para mí era como un mundo inagotable, donde jugábamos al fútbol los partidos más serios, pero a la vez era el lugar que nos permitía hacer las piras más altas cuando era el día de la Fogata de San Juan, o el que nos daba espacio para refugiarnos en carpas artesanales para esperar la Tormenta de San Rosa. En esa Comodoro Rivadavia de tierra y pasto, en ese segundo "campito" metido entre las fronteras del empedrado de las calles Vilela, 3 de Febrero y 11 de Setiembre, la vida andaba rebotando, fabricando entusiasmos. Como uno de los laterales de la cancha, coqueteaban desde los fondos de las casas que tenían su entrada por Paroissien -la calle que finalmente completaba la amplia manzana- unos cuantos árboles con nísperos y ciruelas, que uno de nosotros robaba tras subirse a la pirámide de dos o tres que lo sostenían. "Dame un pie" en realidad era cruzar ambas manos donde ponía su pie el trepador. En el colmo de las generosidades, una de las dos casas que tenía su entrada por el campito, estuvo casi siempre envuelta en el misterio de su abandono. Era la "Casa de Irene", una Irene rubia, diáfana, madre de dos niños, diáfanos y rubios, que de buenas a primeras se transformó en un fantasma, y ya no se la vio más ni a ella ni a los niños, y el frente blanco se hizo gris y su jardín no se hizo selva gracias a nuestra presencia. Y con las bajas paredes del frente como asientos se conformaba el vestuario y la antesala para los partidos, y en tardecitas de lluvia era el rincón donde ejercitábamos algunos besos con las chicas del barrio. También podíamos guarecernos en “las piedras”, dos moles de granito que habían sido paisaje del arroyo Medrano y que misteriosamente habían sobrevivido al entubamiento. Eran tan grandes que tres de nosotros nos ubicábamos cómodamente en cada una. Y el follaje de un viejo ombú de la “mansión Nigües” nos protegía de inclemencias. La mansión era una vivienda saturada de chapas y tierra donde vivía el “Rana”, un pibe corto al que tenían corto y no lo dejaban mucho juntarse con nosotros. Menos, después de una época en que se nos dio por cazar pajaritos con gomera y ya que estábamos, bajar alguna bombita del alumbrado público, una de las cuales iluminaba la bocacalle cercana a la mansión del Rana. “Las Piedras” era otra sede principal de nuestros encuentros, en esa rara ochava delgada por la avalancha de las calles Comodoro Rivadavia y Vilela, en su cruce con 11 de Setiembre.
El tercer "campito" era el que terminaba de derramar a la Comodoro Rivadavia de tierra sobre la avenida Libertador. Desde 11 de Setiembre arrancaba el último tramo de nuestra fiesta, y a la izquierda estaba el cacareo del gallinero del "Mosca" Gustavo, y el arrullo de sus palomas, y su loro Toto de las puteadas, y el perro Pucky saltarín que jugaba mejor al fútbol que el "Cabezón" Carlitos. Esta franja se embarraba fácil por la ansiedad del arroyo Medrano de abajo, que ya estaba más cerca de ver el sol allá pasando Defe, en su desembocadura en el Río de la Plata. Entonces a veces en el barro armábamos partidos de rugby con una pelota ya ahuevada de tan descocida, con la cámara a punto de estallar, y nos despanzurrábamos muertos de risa en los charcos. Y si se prendía "la baronera", el momento era sensacional. "La baronera" era una morocha de buen cuerpo, flaca, de cara aindiada, mayor que nosotros, hermana de Raúl, un muchacho del barrio también más grande que nosotros, que supo beberse de la mejor forma la breve poción de fama que a veces se nos derrama sin quererlo, cuando el dictador Menéndez de la dictadura procesista lo atacó con una sevillana en las inmediaciones del Congreso Nacional. La foto del milico decadente atacando a Raúl, que le había dicho en la cara lo que correspondía, dio vuelta al mundo entero. A su hermana "la baronera" le gustaba a veces jugar juegos de hombres porque la energía se había ensimismado con ella, y ella la absorbía y la absorbía incansablemente y entonces las muñecas inmóviles no eran para "la baronera", se ahogaban entre sus dedos largos.
Toda esta atmósfera de pasto, tierra, pájaros, pelotas, amigos, amigas, rivales, caricias, asombros, mañanas y atardeceres, era la gran antesala para el cruce de la avenida Del Libertador. Hacia Defe íbamos dejando todo cuando el equipo jugaba, y nos poníamos otros pantalones para pasar horas con los primeros cafés y cigarrillos en el bufet aquel amplio con metegoles y mesas de billar.
El tiempo parecía elástico, como los músculos de nuestros corazones, siempre encendidos entre los "campitos" y Defe.
(Publicado en el libro "Corazón Pintado")

martes, 26 de abril de 2011

Murió Antón


El lunes, víctima de una infarto, falleció el ex dirigente y socio vitalicio, José Antón. Tenía 68 años, y seguía yendo al club como desde pibe, desde su casa paterna de Congreso y Cuba. Antón fue protesorero, vocal (en varias oportunidades) y su último cargo, hace cinco o seis años, fue el de revisor de cuentas. Pero nunca dejó el club y siempre colaboró. Sus amigos defensoristas están sufriendo, y Defensores también. Mañana (miercoles 27 de abril), entre las 10 y las 10.30, llevan su cuerpo a la capilla del cementerio de Chacarita, donde habrá una misa. Luego, será inhumado.

lunes, 25 de abril de 2011

Lobo está (menos mal porque estamos jugando para el or..)

Por Damian Zanca

¡Con lo justo!. ¡Con el último suspiro!. ¡Con el cuchillo entre los dientes!. Así ganó Defe por dos tantos contra uno a Cole en la soleada tarde de Nuñez. Pero créame que costó mucho llegar a la victoria. Justamente la misma llegó en tiempo de descuento o recuperado, como más les guste. Todo comenzaba mal para el Dragón. Cuando nos estábamos acomodando en la cancha, llegó un corner desde la derecha bien ejecutado por "Ricki" Pérez y Fariña en el primer palo anticipa para inflar la red y poner en ventaja a la visita en apenas 60 segundos. Una vez más nos vuelven a convertir en los primeros diez minutos de juego (Flandria a los 3', Acassuso a los 10´, Los Andes a los 10´ y ahora Colegiales al 1´). La visita a pesar, de estar en ventaja y viendo que Defensores no reaccionaba, se animó a más y dispuso de dos chances clarísimas de gol para aumentar el marcador, pero por suerte para nosotros, las delapidaron. Ahi el "team" de Fito hizo un click en el partido, con Santibañez (otra vez recostado por la derecha, donde ya dijimos que no es su puesto natural) y Mansilla como creadores, más la lucha constante de Coria y Montenegro con los centrales visitantes Defe se hizo dominador del encuentro. Tras unos cuantas llegadas truncas, a los 38´ y mediante un buen centro tres dedos de Santibañez, la pelota recorre toda la linea y Mansilla tirándose al piso no tuvo más que empujarla (fue muy parecido al segundo gol contra Sarmiento) para decretar el 1 a 1 parcial y justicia en el marcador. Minutos más tarde Montenegro iba a tener la chance de poner a Defe en ventaja pero la pelota salió a centímetros del arco defendido por Zarza (era el suplente de Kadijevick en el 2007). Asi se fue la primera mitad.
En el complemento Defensores cambió el chip, pero para peor, y de ser un equipo dominador del juego, cayó en una laguna. Pelotazos sin sentido ni destino, sólo algunos destellos de buen juego de Mansilla y Sonmariva, ante un Cole que le sentaba bárbaro el punto en el Bajo. Fito movió el banco, a la cancha Serrano, González y Giménez en lugar de Nebot (volvio a jugar de lateral derecho en lugar de Batallini lesionado), Santibañez y Coria (no compatimos éste último cambio) respectivamente. El partido seguía siendo malo, trabado y sumamente friccionado en mitad de campo, hasta a nuestros amigos Mati y Cristian ya le dolían los ojos. Y cuando todos (hasta quien les escribe inclusive) pensaban que el empate estaba sellado, cayó un centro en el área de Cole, la pelota le queda a Mansilla, quién de media vuelta le pegó mordido, el rebote quedó en los pies de Alberich cuyo remate fue despejado en la línea, pero ese rechazo fue capturado por el Lobo Montenegro para fusilar a Zarza (al fin hicimos un gol sobre la hora!). Era el 2 a 1. Defe lo daba vuelta ante un rival que sólo atinó a hacer tiempo. No hubo tiempo para más. Lamolina, de pésima actuación, pitó el final y a festejar señores. Si bien se jugó mal, esta victoria sirve y mucho pensando en que a seis fechas del final seguimos punteros de éste mini campeonato por el segundo puesto. Ahora se viene Estudiantes en Caseros, un encuentro clave, que de ganar daríamos un gran paso para obtener el subcampeonato.

miércoles, 20 de abril de 2011

WALTER Y FERNANDO

Se cumple otro aniversario de la muerte del joven Walter Bulacio, ocurrida en 1991 por la represión policial antes de un recital de los Redondos en el estadio de Obras. Walter tenía 17 años. Igual que nuestro Fernando Blanco. Ambas muertes siguen impunes.
Esta nota reflejaba la hermandad en el dolor y en la lucha.
(Apretar el mouse en la imagen para poder leer)


domingo, 17 de abril de 2011

Hay que volver a ordenarse pronto, para que esta alarma no vuelva a activarse en el octogonal


Contra Acassuso nos dieron un penal a los 8 minutos. Contra Los Andes, echaron a un rival a los 12. De esos seis puntos, sacamos 1, y nos hicieron cuatro goles. Se enciende un alerta. Ojo. Hay que volver a ordenarse, porque estas situaciones no pueden darse en el Octogonal, donde dudar no se puede. Ni dilapidar tanto (el primer tiempo con Los andes, el segundo contra Acassuso)
Y hay cinco decisiones incompresnibles del DT Della Picca: por que insiste con Arce, ya parece un capricho que llama mucho la atención; hasta que no lo recupere física y anìmicamente, que no ponga ni en el banco al Tanque; Porcel no puede ni debe jugar de 8; Santibañez debería jugar de enganche y Fito tendría que darle más chances a Cobián.
Ahora, el comentario y análisis del empate 2 a 2 de Defe en Lomas de Zamora, por el gran hincha y periodista, Damián Zanca (el que no se pierde un solo partido del Dragón, junto a su amigo Matías y el fercho Félix)

Por Damián Zanca.
Y como dice el refrán, "al que madruga, Dios lo ayuda". A eso se aferró el conjunto local, ya que Defe durmió literalmente durante la primera mitad del encuentro. Todo comenzaba mal para los de Fito y también para "prosa dragona". Nuestro querido amigo Felix se quedó dormido (¿Por qué jugamos a estos horarios raros?) y llegamos tarde al Gallardón. A razón de esto, no pudimos presenciar la expulsión de Celaya en Los Andes a los 10´ y el primer gol de los del Sur a los 15´. En fin, no nos perdimos nada bueno. El partido cayó en un pozo y en la segunda llegada del equipo de Rizzi, nos embocan el 2 a 0. Si, ¡de no creer! Dos llegadas y dos goles en contra (en las últimas 4 fechas recibimos 6 goles en contra). Lejos el peor primer tiempo de Defensores en el campeonato. En la complementaria y de arranque Fito acertó en los cambios, a la cancha González y Cobián en lugar de Arce (de pésima actuación) y de Tarabini. Defe salió decidido a buscar el partido ante un Los Andes que sólo atinó a defenderse. A los 3' Montenegro de cabeza achicaba la brecha y a los 15' Alberich con un testazo al ángulo poniá paridad en el marcador. El segundo tiempo fue un monólogo del Dragón, con juego, garra y corazón se intentó buscar el triunfo hasta que Meineri, de floja actuacion, marcó el final. Lo cierto es que la campaña es buena, Defensores va segundo, se sumaron 61 puntos, se perdieron solamente 6 partidos de 35 jugados, pero seguimos dejando puntos en el camino con equipos que deambulan en el fondo de la tabla.

A continuación,el puntaje de los jugadores.

Griffo: 6. Firme como casi siempre, esta vez no tuvo mucho trabajo. Los goles no fueron culpa suya y resolvió muy bien un tiro libre complicado en el segundo tiempo.

Batallini: 5. Regular partido del "Bocha". Bien en la marca pero careció de proyección.

M. Montagnoli: 6. Uno de los pilares del equipo. Anticipó siempre a los delanteros locales.

Alberich: 6. Buen partido del "Flaco" y lo coronó con un golazo al ángulo.

Tarabini: 4. Flojo en la marca e impreciso en ataque. Estuvo bien reemplazado en el entretiempo (estaba amonestado tras pegar una patada que si era roja, hubiese estado bien).

Porcel: 5. En el primer tiempo jugó de volante por derecha y estuvo desaparecido en la cancha. Mejoró en la etapa complementaria.

Sonmariva: 8. Uno de los mejores del "Dragon". En el segundo tiempo se puso el equipo al hombro y fue decisivo en el empate final.

Arce: 3. Otra pésima actuación y van... Bien reemplazado en el entretiempo, no marcó, ni quitó. Hasta cuándo lo vas a poner, Fito?

Santibañez: 8. Por lo hecho en el 2do tiempo, para quién escribe fue la figura. Tirado de enganche (su puesto natural) jugó e hizo jugar al equipo y metió las dos asistencias de gol.

Montenegro: 7. Gran entrega del "Lobo". Un jugador muy sacrificado que siempre llega al gol. Si bien no jugó su mejor partido, por empuje y entrega, además del gol se lleva esta calificación.

Giménez: 3. Totalmente desaparecido y fuera de estado. No colaboró con el equipo y se lo nota cada vez más fastidioso. Hasta se comió en varios tramos del partido unos cuantos insultos de sus compañeros (no vamos a decir de quienes) por su falta de actitud.

Cobián: 7. Entró encendido el "petiso", hizo a la perfeccion lo que le pidió el técnico. Encarar y asociarse con sus compañeros.

González: 5. Mostró algunos destellos de categoría, pero siempre le faltan cinco para el peso. Hay que poner un poco más fuerte la piernita a veces.

jueves, 14 de abril de 2011

Son 28 años que Defensores es un orgulloso Dragón


Hacía rato que al Negro Hugo Arbona la idea le daba vuelta por su cabeza invadida de pensamientos rojoinegros. Estaba convencido que Defensores tenía que ostentar un apodo agresivo, que resumiera la fiereza de sus intenciones en cada presentación en una cancha, y que también fuera un símbolo para el club, que nadie se atreviera a tocarnos, que a nadie se le ocurriera ponerle palos a nuestros deseos de crecer. Era 1983, año de recuperadas melodías democráticas que tal vez encendieron la creatividad del Negro. Pensó en la suerte que tenía Tigre de llamarse así porque no le hacía falta nada, y como era nuestro archirival empezó a imaginar animales urgentes en el techo de sus noches insomnes. Tampoco estaban bien las cosas y nunca lo estuvieron con Deportivo Morón, pero estaba bueno que le dijeran Gallo y no estaba bueno que a nosotros no nos dijeran nada. Encima jugábamos en esa época con Gimnasia y Esgrima La Plata, que ostentaba orgulloso sus colmillos de Lobo. Tigre, Gallo, Lobo... ¿Y Defe? Hasta que una noche el Negro Hugo saltó de la cama con la alegría brotándole por el pijama: león, Defe sería el León de ahora más y en todas partes, se dijo apasionado como siempre por su club de siempre. Antes de llamar a sus amigos y contarle el hallazgo, le pegó una hojeada al diario. Se puso blanco, y eso no era sencillo: Estudiantes de La Plata jugaba la Copa Libertadores, y para conservar la mística copera su hinchada acababa de inagurar un nuevo apodo, "León", además de Pincharrata, ahora a Estudiantes lo llamaban León.
"Qué lástima", se agarraba la cabeza Arbona, que hasta había dibujado unos bocetos de un león rojoinegro. Es que había que encontrar un animal bravo que pudiera competir contra el Tigre de Victoria, que fuera "lo opuesto", insistía el Negro. Y el león venía bárbaro: Tigre versus el León. Pero como Hugo Arbona no es de los que se dan por vencido, empezó a ejercitar con intensidad su condición de dibujante técnico y publicitario que adquirió en las tan defensoristas escuelas Raggio, y en una de las noches siguientes apareció en su papel un animal imponente que ardía por meterse en el corazón de Defensores: casi sin darse cuenta dibujó un dragón. El pobre Hugo hizo 185 modelos de dragones hasta dar con el que creyó el indicado para que se incorporara a nuestra camiseta. Sí, a Hugo se le ocurrió que Defe sería un dragón que echara fuego y todo. Los primeros escuditos con el dragón fueron cosidos en los juegos de camisetas por la mamá de un marcador de punta de apellido Gil. Después se elaboraron camisetas con el flamante símbolo incorporado, gracias al dinero que juntaron el propio Arbona y Roberto Gironte, quien supo ser tesorero del club. Nuestro querido Gordo Juan Romeo Ferrara fue el encargado de difundir este arribo definitivo de un dragón al Bajo, y muy pronto, todos los medios aceptaron de buena gana la llegada de este personaje mitológico al fútbol argentino.
Cuando la firma Adidas se enteró de la incorporación de un dragón a la indumentaria defensorista, de inmediato le pidió a Hugo Arbona sus originales y la autorización para confeccionar las nuevas camisetas de Defe. Eso ocurría ya en 1984, todo el mundo con los ojos puestos en Defe, además, por la gran campaña del equipo y por su fútbol de lujo. Así, con esta motivación extra, la empresa de artículos deportivos logró presentar la que sería una de las camisetas más hermosas de toda nuestra historia. Adidas la exhibió especialmente en su sede porteña, y fue admirada por un buen tiempo por los mendocinos es una exposición en la que era la estrella. Hasta en la sede madre de Adidas en Alemania fue casi un objeto de culto. Es que la camiseta Adidas de Defensores sigue siendo recordada y reconocida entre las más bellas que el fútbol ha presentado. Cuando puede, el Negro Arbona la saca del cajón y la acaricia, porque así también acaricia a su Defe querido. Y aún, a veces, se agacha para disimular cierto exceso de brillo en sus ojos cuando escucha "Dragón, Dragón, te vamos a seguir, adonde quieras ir...".
(Publicado en el libro "Corazón Pintado")

miércoles, 13 de abril de 2011

Cuando nos echaron a 200 (todos miraban pa' otro lao)


Gremiales de Clarín: en las páginas del diario sí, en la redacción no
Por Axel Leinn (publicado en www.diariosobrediarios.com.ar)

Un racconto sobre lo sucedido entre julio y noviembre de 2000, cuando el “Gran Diario Argentino” echó a casi 140 periodistas. La última gran purga de una empresa que no vacila en pagar indemnizaciones generosas a cambio de aniquilar toda actividad gremial.

“Retiro voluntario”

Todo comenzó a fines de julio de 2000. La vida interna de Clarín estaba convulsionada, pero tal convulsión se vivía de manera silenciosa, en un susurro de pasillo: la empresa estaba echando periodistas. Se los convocaba al tercer piso (hoy cuarto, por modificaciones edilicias) y se les notificaba que la empresa había decidido prescindir de sus servicios. A continuación, se les ofrecía una cantidad de dinero equivalente al 100% de una indemnización por despido sin causa a cambio de firmar su consentimiento bajo la cláusula de “retiro voluntario”.

Apenas dos años antes, Clarín había ejercido una sistemática presión sobre sus anunciantes para que no pautaran en el recién salido diario Perfil, que se proponía competirle en la preferencia de su sector de lectores más informado y de mayor poder adquisitivo. El cierre de Perfil supuso el despido de 171 periodistas sobre un total de 256 (el resto fue absorbido por otras publicaciones de la editorial), según informó el propio Clarín en su edición del 1° de agosto de 1998. Dos años después, el “Gran Diario” se acercaría a esa cifra, con 137 despidos.

En los hechos, el cierre de Perfil terminó con toda posibilidad de “ascenso en diagonal”, como se denomina a la mejora de una posición laboral a través del salto de una empresa a otra. El proyecto del diario Perfil, por ejemplo, había significado para algunos redactores de Clarín la posibilidad de dar el salto hacia un cargo de editor y una mejora salarial. El abrupto cierre de Perfil, de un día para el otro, transformó al mercado periodístico de Buenos Aires en un helado desierto. Todas las puertas se cerraron. En el caso de Clarín, el año 1998 también marcó un punto de inflexión: a partir del cierre de Perfil, dejó de incorporar nuevos periodistas por al menos cinco años.


Endeudarse y comprar

Así las cosas, hacia 2000 el Grupo Clarín, encabezado por Ernestina Herrera de Noble, Héctor Magnetto, José Aranda y Lucio Pagliaro, tenía problemas de endeudamiento. Las tasas que pagaban por los préstamos tomados para pagar las costosas adquisiciones de cientos de pequeños cables que dieron forma al coloso Multicanal, sumado a la millonaria inversión en CTI (sembraron el interior del país de antenas e infraestructura para telefonía celular) no podían ser cubiertas con las ganancias. Clarín facturaba por entonces 2.200 millones de pesos (igual cantidad en dólares) pero los intereses de la deuda se comían la rentabilidad. De modo que los cuatro accionistas salieron a buscar un socio y el 27 de diciembre de 1999 vendieron el 18% de las acciones del Grupo al banco de inversión Goldman Sachs, a cambio de 500 millones de dólares.

Al comenzar el año 2000 el presidente era Fernando de la Rúa, pero la mentalidad imperante seguía siendo la de los años noventa, en la que todo ajuste de costos comenzaba con una reducción de personal. Así lo entendió la administración del diario Clarín, la empresa madre del Grupo, ahora con ejecutivos de Goldman Sachs sentados a la mesa de decisiones. Uno de los diagnósticos fue que la Redacción de Clarín y de su diario deportivo, Olé, estaban sobredimensionados. Hacía falta un ajuste: los rumores hablaban de 45 despidos: 15 en mayo, 15 en junio y 15 en julio de ese año. Un 10% del plantel, que rondaba las 500 personas, entre redactores y colaboradores.

Buena parte del rumor comenzó a ser verificado: para el 26 de julio sumaban 20 las personas citadas al tercer piso, las que luego bajaban con el rostro pálido o los ojos cubiertos de lágrimas, tomaban unas pocas cosas de los dos pequeños cajones que tenían sus escritorios y se iban tras cambiar unas palabras con no más de dos o tres compañeros. Varios llegaron a retirarse con la cabeza gacha de la vergüenza, como si les acabaran de notificar que tenían lepra.

En cierto sentido, era cierto.


Ahora le pegamos a Menem

El diario Clarín había atravesado los años noventa como un proceso de expansión, con la incorporación de decenas de periodistas provenientes de Página 12, Gente, Somos, Ámbito Financiero, El Cronista Comercial y hasta de La Nación –previo paso de estos últimos por alguna redacción intermedia, para no quebrar el pacto no escrito entre los dos principales diarios de no robarse periodistas entre sí–.

Clarín, además, había efectivizado a más de un centenar de becarios e incorporado otros tantos redactores “junior”. El proceso había comenzado en 1991, cuando Roberto Guareschi se afianzó como secretario general de Redacción, un año después de haber reemplazado al histórico Marcos Cytrymblum. Esa redacción, asimilable al plantel más lujoso que haya podido tener Boca Juniors, había hecho un brillante trabajo de zapa durante la última parte de la etapa de Menem, desnudando a los ojos de la sociedad el costo social del modelo neoliberal y avanzando con investigaciones de la corrupción menemista. Clarín se destacó particularmente por la investigación sobre el tráfico de armas, que terminó llevando al propio Menem a la cárcel por algunos meses.

Pero el Diario también había exacerbado ese costado que hoy el oficialismo kirchnerista tanto insiste en denominar como “el principal partido político de la oposición”. Clarín había avalado con generoso despliegue en su tapa y páginas de apertura el surgimiento del Frente Grande, la Alianza y la candidatura de Graciela Fernández Meijide –que barrió con los candidatos menemistas en las elecciones legislativas de 1997– y, finalmente, con la de Fernando de la Rúa en 1999.

De modo que a mediados de 2000 la política editorial consistía en moderar las críticas sobre el ajuste que José Luis Machinea había aplicado en marzo e intentar demostrar, en vano, síntomas de reactivación de la economía, atravesada por la recesión desde la crisis del sudeste asiático en la primavera de 1998 y la posterior devaluación del real brasileño en enero de 1999.

Dentro de la Redacción persistía todavía la euforia generada por la llegada al poder de la Alianza –apenas seis meses antes–, cuyos principales referentes le daban todas las primicias a redactores y editores del Diario, muchas veces incluso antes de confiarlas a sus propios colaboradores.

Muchos periodistas de Clarín, aunque no lo dijeran en voz alta, se sentían en aquellos días parte del poder. La Alianza representaba una esperanza similar a la primavera alfonsinista de 1983-85. Se había ido Menem, un presidente de derecha y corrupto, y Clarín había sido, sin duda, el principal ariete de los medios de comunicación contra el proyecto de la re-reelección menemista. Los periodistas de Política, Economía y Opinión hablaban con los ministros de la Alianza, con el Vicepresidente, y eran ellos, los periodistas, quienes no pocas veces les daban consejos. Algunos de los editores de mayor jerarquía se sentían ejecutivos de una corporación. Habían accedido a la compra de autos Audi cero kilómetro con el increíble descuento de un 40%, concesión que les había sido otorgada desde la gerencia del tercer piso, que era quien regulaba los canjes publicitarios. Había redactores estrella que escribían en sus crónicas que el aire ausente de Fernando de la Rúa no era motivo de su cada vez más evidente incapacidad, sino de una calma “zen” frente a la crisis.

De modo que la visión de uno, dos, tres de sus colegas tomando un par de carpetas del cajón y saliendo de manera apresurada con su despido encubierto bajo el brazo no encajaba en aquel panorama de periodistas bien pagos y satisfechos de sí mismos. Aunque todos, en el fondo, sospechaban que la tormenta se venía.


Comisión interna ¿dónde estás?

Los primeros relámpagos fueron el 26 de julio. A la hora de la merienda llegó a la Redacción la noticia de que el Diario acababa de despedir a un redactor de Espectáculos, una sección ubicada por entonces un piso más abajo. Ya sumaban 20 despidos en menos de dos meses. Se armó un pequeño grupo de no más de cinco o seis personas, que se detuvieron a comentar el asunto. Más gente se sumó al grupo. Iban hablando en voz baja; cuanto más discreta era la conversación, más gente atraía. A las 17.30, media hora antes de la reunión en la que los editores definen cuáles serán los temas que irán a la tapa, ya se habían reunido entre 200 y 300 periodistas, al ingreso de la Redacción. Todos se miraban entre sí y nadie tomaba la palabra.

Ana Ale se hizo cargo de la situación. Dijo que el Diario estaba despidiendo gente, que ahora le había tocado a un redactor de Espectáculos y que estaban preguntándose qué hacer. Otro redactor, más veterano, preguntó por la Comisión Interna. Desde hacía más de una década la integraban dos muchachos: Rubén Cammarata y Carlos Quattromano, ambos representantes de la conducción que estaba al frente de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Utpba). La reunión, espontánea, estaba por cumplir una hora y ninguno de los dos delegados se había hecho presente aún. Nadie recordaba la última vez que habían estado en la Redacción. Solían llegar para repartir algún volante, o algo por el estilo. La vida gremial en realidad estaba congelada desde el despido de Pablo Llonto, el delegado por la Lista Violeta (opositora a la conducción de la Utpba) a quien el Diario había fraguado un supuesto incidente con un jerárquico, durante una visita de Llonto a la planta de Zepita. Abogado laboralista, ex candidato a diputado por el partido trotskista MAS (hecho que le valió que lo expulsaran de la sección Política), Llonto era, además, uno de los principales especialistas en boxeo del periodismo local. Al momento de ser echado de Clarín se desempeñaba como redactor de la sección Deportes. Eso había sido en 1991 y Llonto nunca aceptó la indemnización, doble por ser delegado, que le ofreció el Diario. Recurrió a la Justicia para ser reincorporado y logró fallos favorables en primera y segunda instancias. Pero sobre el fin de la década de 1990, la Corte Suprema que encabezaba Julio Nazareno terminó por darle la razón a Clarín, que nunca aceptó los sucesivos fallos y mantuvo su apelación hasta ese momento en que esa Corte menemista le dio la razón.


Ana

Ana Ale era la compañera de Llonto, con quien tenía dos pequeños hijos. Proveniente de La Opinión, también había sido delegada dentro del Diario, entre 1979 y 1989. Pero después de una década había decidido abrirse de la actividad gremial, formar una familia y concentrarse en su carrera periodística, en la sección Economía. En 1994, Cytrymblum la convocó para integrar el staff de editores de su proyecto para relanzar el diario La Prensa, financiado por Amalia de Fortabat. Ana iba a estar a cargo de la sección Economía, pero en Clarín no la dejaron ir: le ofrecieron un cargo como editora y una mejora de su salario. Ana aceptó quedarse a cambio de que la dejaran seguir escribiendo, ya que en realidad bostezaba con sólo imaginarse como editora.

A la hora de aquella primera asamblea autoconvocada, resultó entonces natural que fuera ella, Ana, quien rompiera el hielo. Se sumaron otras voces: Olga Viglieca, editora de la sección Zona, ex Segunda Sección, y muchos redactores. Sobraban las preguntas, principalmente. Algunas respuestas fueron surgiendo: los delegados habían faltado a su responsabilidad básica, ya que en más de dos meses no habían hecho una sola gestión, ni siquiera cursaron alguna notificación al resto de los periodistas para ayudar a frenar los despidos. Nadie sabe bien quién hizo el llamado, pero cuando promediaba una hora de reunión llegó Daniel Terreno, un integrante de la Utpba. Los dos delegados, quienes trabajaban y once años después siguen haciéndolo para Clarín, no aparecían. Nunca lo hicieron.

Comenzaron las preguntas. Terreno confirmó que venía de reunirse con el gerente de Personal, Jorge Figueiras, quien había propuesto armar una mesa de discusión. Confirmó además que, a los efectos legales, una asamblea tenía carácter soberano y, por lo tanto, tenía potestad para echar a los delegados. Aquella fue la primera votación, unánime y a mano alzada. Nadie votó en contra ni se abstuvo. Quattromano y Cammarata habían dejado de ser delegados de Clarín, tal como lo establece el estatuto gremial. Claro que no iba a ser tan fácil.

La asamblea había durado más de dos horas y repercutió en los tiempos de cierre de la edición, por más que los periodistas regresaron a sus escritorios para trabajar lo más deprisa posible.

Al día siguiente se hizo otra asamblea a la que se acercó Daniel Das Neves, secretario adjunto de la Utpba, junto con Terreno y otro colaborador. Fueron recibidos ya no por Figueiras sino por su número dos, Julio Miguelez. La asamblea, nuevamente de 300 personas, estuvo centrada básicamente en los pasos necesarios para conformar una nueva Comisión Interna. El clima era espeso. Las preguntas contra Das Neves eran incisivas y cargadas de no poca agresividad. Pero se llegó a un acuerdo respecto de llevar adelante una nueva elección de delegados.


¿Por qué la mala onda contra Das Neves?

En 1979, mientras estudiaba periodismo en la Universidad de Lomas de Zamora, Das Neves había cofundado en 1979 la mítica Biblioteca Autónoma de Periodismo (BAP), un espacio de lectura y resistencia silenciosa a la dictadura. Cronista deportivo de agencia de noticias, Das Neves integró la lista de centroizquierda que ganó la votación que unificó el Sindicato de Prensa con la Asociación de Prensa de Buenos Aires (APBA) en la Utpba. Para julio de 2000 Das Neves era el número dos del gremio, secundando a Juan Carlos Caamaño. Desde la llegada del luego disidente Carlos Subiza, acumulaban 15 años al frente del gremio. Habían asistido impasibles, además, al despido de Pablo Llonto, en 1991. Desde entonces mantenían dentro del Diario una representación gremial propia, caracterizada por no hacer nada. Nada de nada.

Aquel día la asamblea terminó con el compromiso de Das Neves de notificar todo lo tratado al secretario general de Redacción, Guareschi. Pero éste se negó a recibirlo.

Hubo cuatro asambleas más hasta el 16 de agosto, día en que finalmente fue votada la nueva Comisión Interna. Ana Ale había vencido su resistencia inicial de volver a involucrarse en el campo gremial y se postuló como delegada, junto con Olga Viglieca y otros ocho periodistas, fotógrafos e infógrafos. Ana fue la más votada, con 565 adhesiones, seguida por Olga. Fueron designadas secretaria general y secretaria adjunta de la Comisión.

Es muy difícil transmitir el clima que se vivió durante esas tres semanas entre las primeras asambleas y la votación, sin duda la más masiva en la historia dentro de un medio de prensa de la Argentina. En pocos días se había pasado de un sistema de neto corte jerárquico, propio de una corporación multinacional, a otro en el cual la base de aquella pirámide se había transformado de golpe el sector más interesante dentro de la vida interna de la Redacción. El trabajo se seguía cumpliendo como siempre, respetando los cargos y las órdenes impartidas. Pero no cabía duda de que había un soplo más juvenil en el aire. Un secretario de Redacción, veterano de luchas gremiales en su juventud y ahora férreo defensor del orden establecido, lo bautizó como “una estudiantina”. Y advirtió, profético o simplemente bien informado: “Sigan así, que van a venir los tanques soviéticos”.


Comienza la guerra

Los aprestos para la guerra, de hecho, se anunciaron a través de la cartelera del Diario. En el mismo espacio donde todos los días se informaban los cumpleaños de cada empleado, la empresa comenzó a colgar comunicados de advertencia.

El 1° de agosto, Cammarata y Quattromano, nunca presentes en asamblea alguna, habían presentado un recurso judicial contra la Utpba, exigiendo su restitución como delegados. Clarín emitió un comunicado en el que informó que esa presentación judicial demostraba que se trataba de un conflicto interno del gremio que le era ajeno e instaba, por primera vez, a que se dejaran de realizar las asambleas.

La respuesta, esa misma tarde, fue una asamblea con una asistencia inédita: 400 personas. Resolvieron la constitución de una junta electoral y el llamado a elecciones internas para el 16 de agosto. Y se votó por la expulsión de Cammarata y Quattromano, ya no como delegados sino como afiliados del gremio de Prensa. No fue ensañamiento sino legalidad: ante la evidente predisposición de la Justicia a dar la razón a los ex delegados, patrocinados por el cuerpo legal de Clarín, la única manera de legitimar a la futura Comisión Interna era retirar la afiliación gremial de los ex delegados. Si no estaban afiliados al gremio, no podían ser delegados.

El Estatuto de Prensa establece que esa expulsión es válida si es votada por al menos el 10% de una redacción. La suscribieron con su firma y número de documento 427 empleados, sobre un padrón de 1.500. Casi el 30%, tres veces más de lo que exige la norma. Casi al mismo tiempo, un fallo de primera instancia resolvió en esa primera semana de agosto que Cammarata y Quattromano debían ser restituidos como delegados.

En otra asamblea, el 3 de agosto, se notificó que el Diario desconocía la validez legal del acto eleccionario y que se hacía eco de una amenaza contra sus instalaciones. ¿Qué amenaza? En una asamblea en la cavernosa redacción del Olé, una editora de Clarín propuso en joda que se saboteara la ventilación del Diario. Ni siquiera fue un chiste, de modo que nadie rió. Pero aquel comentario no sólo le sirvió al Diario para hacerse eco de “amenazas” sino que el infiltrado que pasó aquella información a la gerencia, la pasó mal: el 4 de noviembre, cuando llegaron los fatídicos 117 telegramas, uno de ellos estaba dirigido a una editora rubia que había participado de la asamblea, pero que NO era quien había hecho la broma, a la que se acusó de haber promovido aquel “sabotaje”. Nunca hubo marcha atrás con esa chica, a pesar de que en Personal admitieron que se trataba de un error. Resultó víctima ya no sólo del buchón de turno, sino de su incompetencia.


Votar sí, cambiar no

Pero recién era comienzos de agosto y faltaban años luz para noviembre. El 16 de agosto, en una Traffic de la Utpba estacionada frente a la entrada de la calle Tacuarí, votaron 551 empleados, más otros 14 de las agencias. Total: 565 votos. Ana Ale fue votada por los 565. Otros delegados obtuvieron algunos votos menos, pero el que tuvo el logro menor fue de 494.

El acoso judicial era incesante: el día anterior al acto eleccionario, una jueza de primera instancia hizo lugar a una medida cautelar solicitada por Cammarata y Quattromano.

La enumeración de esos hechos resulta por momentos engañosa, ya que denota la falsa percepción de una disputa entre partes. Efectivamente, los ex delegados hacían sus presentaciones ante la Justicia, pero llevaban semanas sin ser vistos en el Diario. A la vez, cada asamblea (hubo seis desde el 26 de julio hasta la elección) era cada vez más numerosa: se comenzó con 300 personas y se alcanzó la suma de casi 500. Algunos editores, incluso con cargos como prosecretario, participaban sin hablar, pero levantaban la mano en las votaciones. No era un gesto menor ni carente de valentía en aquel contexto. De todas maneras, entre los editores, la mayoría (unos 40 o 50) continuaban con su trabajo mientras se desarrollaban las asambleas, como si nada sucediera. Pasaban de costado, con sus páginas en la mano, rumbo a Diagramación. La joda era que en Diagramación sólo quedaban un jefe, a lo sumo dos. El resto de los diagramadores también estaban en asamblea.

Entre mediados de agosto y fines de octubre transcurrieron dos meses de aparente normalidad. La Comisión Interna no era recibida por los directivos del Diario, pero sin embargo atendía reclamos, organizaba fondos para actividades y organizaba comisiones para llevar adelante las cuestiones centrales: reclamo para bajar de 9 a 6 horas la jornada laboral (esto es, el pago de horas extra), guardería para las empleadas mujeres (a fines de los ochenta las féminas era apenas un grupete en la Redacción. Diez años más tarde rozaban la mitad del staff).

Otro tema que abordó la Comisión fue el reclamo por la regularización de los “factureros”, colaboradores sin derecho a reclamar por su efectivización o pase a condición de colaboradores permanentes.

En aquellos dos meses la disputa se libró principalmente ante la Justicia. A fines de agosto, Clarín denunció ante el Ministerio de Trabajo (que encabezaba Alberto “Banelco” Flamarique) que las asambleas eran “medidas de acción directa” contra la empresa.

Entre tanto hostigamiento, el 12 de septiembre hubo una noticia favorable: la Sala 8 de la Cámara de Apelaciones, con la firma de los jueces Horacio Bulloch y Juan Carlos Morando, declaró “abstracto” el reclamo de Cammarata y Quattromano de solicitar la anulación de las elecciones.

En este punto es necesario ingresar en otro tipo de conjeturas. Ocurre que hasta entonces, durante 45 días, la Utpba había cumplido paso a paso su rol como entidad gremial a cargo de la representación de los trabajadores de Clarín. Incluso había prestado su móvil para que se hicieran las elecciones. Pero algo pasó en el medio, porque para el 26 de octubre todo había cambiado.


Se va Chacho

Para empezar, había cambiado el panorama a nivel nacional. El 6 de octubre, tras sostener durante meses su denuncia por coimas en el Senado, Chacho Álvarez renunció a la vicepresidencia. El destinatario directo de sus denuncias, su ex colaborador Alberto Flamarique, había sido ascendido a secretario general de la Presidencia, ascenso que representó la gota que rebasó el vaso y motivó la renuncia de Álvarez. Se han escrito libros sobre esa dimisión, que una década más tarde sigue siendo objeto de controversia. Como sea, Flamarique duró menos de 24 horas en su nuevo cargo ya que renunció y puso punto final a su carrera política. Y el Ministerio de Trabajo, donde Clarín había presentado su denuncia a fines de agosto, quedó a cargo de Patricia Bullrich, desde entonces “la Piba”, tal como la bautizó con instinto maradoniano el líder de la opositora CGT de los Argentinos, Hugo Moyano.

En la noche del jueves 26 de octubre de 2000 se hizo la asamblea de la Utpba en Alsina y Piedras, donde debía ser tratado el pedido de desafiliación de Cammarata y Quattromano, aquel que había sido votado por unanimidad y rubricado por escrito por 427 periodistas. La Utpba sólo debía rubricar el mandato de los periodistas del Diario. Parecía un simple trámite. No lo fue.

Unos 30 periodistas de Clarin se hicieron presentes en la sede del gremio. Cuando ingresaron ya habían allí unas 200 personas. Adelante, sentados en sillas de plástico, había un centenar de ancianos. Detrás. de pie, periodistas y empleados de la Utpba. Entre estos últimos se ubicó el grupo de 30 periodistas de Clarín

Al frente, sentados a una mesa con micrófonos, estaban Daniel Das Neves y Lidia Fagale. Un burócrata del gremio tomó la palabra para enunciar el orden del día y Raúl Dellatorre, redactor de Página 12 y secretario del gremio a cargo de las finanzas, comentó sucintamente la memoria y balance del ejercicio 1999/2000. Las casi 200 personas, incluidos los 100 jubilados sentados al frente, levantaron la mano para aprobarlo a libro cerrado. Los 30 periodistas de Clarín se abstuvieron: no estaban allí por ese tema. Y aunque les hubiera interesado, el balance no fue abierto a consideración de la asamblea. Se lo votó tal como fue indicado por Das Neves. El siguiente punto también sería votado de la misma forma.

Das Neves anunció que se iba a tratar el “pedido” de la asamblea de Clarín para expulsar del gremio a Cammarata y Quattromano. Y le pasó el micrófono a “Luli” Fagale. La actual secretaria general del gremio encaró su discurso con tono de confesión personal. Dijo que había estado meditando esa tarde sobre el “pedido” de expulsión contra “Rubén”, compañero de tantas luchas. Y que mientras paseaba por su casa sumergida en esos devaneos, su pie pisó involuntariamente un papel que era una vieja carta de “Rubén”, referida a algún episodio de aquella entrañable lucha. Nadie osó sugerirle en aquel emotivo momento que era hora de que le mejorara el sueldo a su empleada doméstica.


Das Neves: un poco con los periodistas, otro poco con Clarín

Entonces tomó el micrófono Das Neves, serio detrás de su espesa barba gris. Tras el toque lacrimógeno de Fagale, era el momento de la conclusión, dura y terminante. Das Neves encontró el tono justo: dijo que la Comisión General Administrativa de la Utpba había resuelto aceptar la expulsión de Quattromano pero no la de Cammarata. “Es una decisión política”, dijo como toda explicación, sin mencionar por un instante que se trataba de un mandato que el gremio estaba obligado a cumplir por la norma vigente. “Estamos con los periodistas de Clarín. Pero no somos ingenuos”, remató Das Neves. Hubo un intento de replicarle, con pedidos de los periodistas del Diario, pero apenas dos pudieron expresarse. De inmediato comenzaron los gritos desde los costados, hostiles hacia los periodistas de Clarín, que estaban de pie, en la parte de atrás del salón, rodeados por los “anfitriones”. Das Neves dijo que ya no daba para más y que se procedía a votar. Mientras los jubilados alzaban sus manos, los periodistas de Clarín se retiraron en medio de insultos de los colaboradores de la Utpba.

Conclusión: Rubén Cammarata seguía siendo afiliado al gremio y, por lo tanto, no podía ser automáticamente separado como delegado de Clarín. Sus impugnaciones judiciales contra la nueva Comisión Interna seguían teniendo validez a nivel legal y, a la vez, la empresa podía mantener su argumento de que todo el asunto se trataba de una interna gremial. Todo ese andamiaje legal en favor de la empresa y en contra de la Comisión Interna pudo ser sostenido gracias a la decisión de la Utpba.

Como pudo ser comprobado más adelante, la asamblea de la Utpba había sido la preparación previa de un operativo planificado al detalle. Habían transcurrido tres meses, exactamente, entre la primera asamblea espontánea en la Redacción de Clarín y aquella otra asamblea, que Das Neves coronó con su frase “no somos ingenuos”. Ahora los tiempos se aceleraron. Apenas diez días después del escándalo en la Utpba, el sábado 4 de noviembre, 500 cartas documento fueron despachadas por el correo privado Oca hacia los domicilios de los periodistas de Clarín. Los carteros tocaron 500 timbres, entre las 7 y las 9 de la mañana de ese sábado. En rigor, 117 de esos timbrazos contenían telegramas de despido: Clarín despidió a los diez delegados, a más de diez integrantes de la Junta Electoral que había organizado los comicios para la Comisión Interna, a la totalidad de la sección Corrección y a decenas de periodistas y editores. Algunos eran de Política y Economía, pero la mayoría de los cesanteados por razones no “políticas” pertenecían a la revista Mística (de Olé), al propio diario deportivo y a suplementos de Clarín que dejarían de aparecer en adelante.


La Gestapo en la puerta

El Diario amaneció vallado. La Argentina no había entrado todavía en las convulsiones sociales y políticas de 2001, y los saqueos de la hiperinflación de 1989 eran, a esa altura del año 2000, un recuerdo borroso. De golpe, la memoria se les refrescó a unos cuantos. En la puerta del Diario, había parapetado un cuerpo de choque que se desplegaba a lo largo de un pasillo entre la pared y las vallas. Allí se apostaron unos cinco policías de uniforme, entre dos y tres ordenanzas del Diario que trabajaban en el acceso y dos gigantes gordos, de un metro noventa. Uno de ellos, calvo con bigotes y anteojos negros, era llamativamente parecido a aquel personaje que se observa en las películas documentales sobre la Triple A: es el personaje que, en una escena tomada de la masacre de Ezeiza, enarbola con sus dos manos un rifle, en lo alto del palco. Tan parecido a este otro gordo que, con actitud de mando, sostenía en la mano un listado donde chequeaba el nombre de cada periodista que se acercaba a la entrada de Clarín.

En las dos esquinas de Tacuarí, sobre Finochietto e Ituzaingó, el tránsito estaba cortado por vallas y motos policiales. Los telegramas de despido variaban en sus textos. A los integrantes de la Comisión Interna y de la Junta Electoral, el Diario los acusó de comportamiento “desleal” hacia la empresa, tras lo cual les notificaba de su despido “sin causa”, que era lo mismo que decir que tenían a su disposición la indemnización. A los demás despedidos se les omitió la palabra “desleal”. En cuanto al resto de los periodistas, recibieron una larga carta firmada por el gerente general del Diario, Héctor Aranda (hermano menor de José, uno de los dueños), en la que en tres ocasiones se refirió al “proceso de reorganización” de la Redacción y remataba con una advertencia: “Contamos con usted para esta nueva etapa”.

Los tanques soviéticos habían finalmente llegado. Era noviembre, pero ese día Clarín decretó el fin de la primavera.

A las 11, varios de los despedidos ya estaban en la puerta, incluida la totalidad de la Comisión Interna. Fueron llegando los periodistas que trabajaban ese sábado, pero no se animaban a acercarse a la puerta de ingreso. Tampoco había una asamblea organizada en la calle. Eran grupos, corrillos, que hablaban y, sobre todo, se miraban entre sí. En aquellos días, la mitad de la Redacción de Clarín tenía menos de 35 años. El operativo policial que ahora los rodeaba les recordaba aquellos otros operativos, los de los años de la represión, cuando muchos de ellos estaban en el jardín de infantes o ni siquiera habían nacido.

En medio de la desorientación, los delegados recomendaron que todos los que no hubieran sido despedidos ingresaran de inmediato al Diario. No sabían qué medidas iban a tomar, pero una alternativa no descartada era tomar las instalaciones desde adentro. Antes del mediodía, todos los periodistas que ingresaron –tras pasar por la mirada inquisidora del gordo Triple A– supieron que no había el menor margen para hacer algo adentro. La Redacción estaba copada por agentes de seguridad privados y policías de uniforme. Algunos editores de altísimo cargo, habituados a pasearse como patrones de estancia, se mostraban apesadumbrados y comunicativos, como si ellos mismos fueran una víctima más de ese mal trago.


Conspirando con los celulares

Los teléfonos celulares ya estaban difundidos por aquella época, menos que ahora, pero la mitad más uno de los periodistas tenía su propio teléfono portátil. Con esa red, se comenzó a articular el paso siguiente: la Comisión Interna convocó a una asamblea en la calle Taucarí, frente al vallado de la puerta. Antes de las 15, unas 300 personas (la mayoría no trabajaba ese sábado) votaron por un paro general a partir del día siguiente, en respuesta a los despidos y al desconocimiento del estatus de delegados de la Comisión Interna. Das Neves, de la Utpba, se hizo presente pero no dijo nada.

Desde adentro de la Redacción se impartió una orden tajante: los editores debían llamar a sus redactores para que ese domingo ingresaran al Diario y desconocieran la decisión del paro.

Cita textual del número 3 de Clarinete, el periódico que la Comisión Interna editó durante aquellos días: “A la noche, unos 40 compañeros se dan cita en los talleres gráficos de Clarín, sobre la calle Zepita. Se ubican frente a las salidas de los camiones y provocan una demora de dos horas en la distribución del Diario”. En aquellos días, la protesta era frente a los camiones. Los camioneros estaban en otra.

El domingo del paro, 5 de noviembre, amaneció con piquetes, sobre Tacuarí y también sobre Piedras. El vallado con los policías de uniforme, los ordenanzas y los dos gordos estaba reforzado por un batallón de 10 efectivos de Infantería, con cascos, bastones, chalecos antibalas y escopetas, en la esquina de Tacuarí e Ituzaingó. Un carro de asalto y otro hidrante completaban la escenografía. Poco antes del mediodía, el carro de asalto comenzó a avanzar –a contramano– desde Tacuarí e Ituzaingó hacia la puerta del Diario. Se lo impidió una sentada de todos los periodistas, si bien para entonces mezclados con manifestantes a quienes nadie conocía de redacción alguna. Hoy algún referente del gobierno los denominaría “militantes”. No tenían bandera alguna, se mezclaron entre los periodistas y sin duda se entendían sin necesidad de muchas palabras con algunos de los delegados. Avanzaron entonces los policías antidisturbios, en lo que terminó siendo el único incidente concreto de esos días, con algún bastonazo o culatazo de Itaka al hígado de los que estaban al frente. Fotógrafos del Diario iban registrando la escena, que duró apenas unos instantes: de inmediato, el jefe del operativo ordenó a los policías antidisturbios volver al carro.

Varios periodistas que habían participado de las asambleas no estaban esa tarde. Eran aquellos que inician su semana de trabajo los domingos, generalmente hasta el siguiente jueves. Habían sido sistemáticamente bombardeados por llamados telefónicos de sus editores, a sus casas y a sus celulares. Se los conminó a presentarse al Diario y para ello tenían que dar el presente en Canal 13 y en el hotel Intercontinental. Los que aceptaron la presión y dieron el presente en esos puntos de reunión fueron subidos a combis. No puede decirse que la empresa haya hecho mucho para que dejaran de sentir que estaban dando la espalda al resto de sus compañeros: las combis entraron al Diario por el portón destinado al camión recolector de residuos.

Pero el objetivo de neutralizar el paro había sido eficaz: con algo menos de 50 editores y redactores dentro del Diario fue suficiente para redondear una edición de lunes similar a cualquier otra, salvo la ausencia de muchas de las firmas habituales.


Utpba, la última visita

Afuera, la asamblea se hacía escuchar con un sistema de amplificación instalado en el ajado Volkswagen Gol de Ana Ale. Algunos prestaban atención a los discursos que se sucedían, sobre todo por parte de los delegados. Era la típica situación de una asamblea callejera, donde lo más importante es llenar el aire con palabras para ir sosteniendo la situación. Pero había grupos de gente dispersos. Hacia las 17 se hizo presente Juan Carlos Caamaño, el secretario general de la Utpba. Antes de tomar el micrófono, recibió algunos chiflidos. Caamaño no inició su arenga con alusión alguna contra la empresa que acababa de despedir a 137 personas sino contra los “compañeros” que “propician la división”. Uno de los delegados, de piel muy blanca y enrojecida por el sol y la furia, se le quiso ir encima. Los colaboradores de Caamaño amenazaron con responder y otros “militantes” saltaron. Pero no voló una sola trompada. Caamaño y los demás integrantes de la Utpba primero retrocedieron, y finalmente se fueron con aire ofendido. Fue la última vez que un directivo del gremio –al menos de manera pública y visible– se hizo presente ante los trabajadores de Clarín en más de diez años. Hasta hoy, nunca han regresado: se limitan a mandar a sus militantes más jóvenes a la puerta del Diario a repartir volantes, una o dos veces por año.

Pero también estaba en el aire la sensación de que el paro no había tenido éxito. Los propios compañeros que habían entrado en combis se comunicaban desde adentro, algunos llorando o pidiendo disculpas. Pero el Diario ya estaba listo, en uno de sus cierres más veloces. Eran las 6 de la tarde. Tras el incidente con Caamaño, la asamblea resolvió un cuarto intermedio: se pidió a los periodistas de otros medios y a los “militantes” que dejaran sesionar sólo a los compañeros del Diario. Resolvieron suspender la medida de fuerza hasta el martes siguiente, el primer día de la semana de presentismo pleno (por la lógica del sistema de francos, el plantel de una redacción diaria coincide en su totalidad sólo los martes, miércoles y jueves).

El martes 7 amaneció lluvioso. Adolfo Pérez Esquivel y Luis Farinello pidieron hablar con autoridades del Diario. Los recibió Jorge Rendo, gerente de Comunicaciones del Grupo, quien les confirmó que la empresa no estaba dispuesta a reincorporar a nadie. Salieron y lo informaron, micrófono en mano. La presencia de esos dos referentes sociales fue una de las pocas que recibió la asamblea, a la cual ningún político quiso hacerse presente. Ni desde el Gobierno ni tampoco desde el peronismo, entonces la principal fuerza opositora. La asamblea comenzó a las 15, sólo entre la gente del Diario: se pidió a los “invitados” que se ubicaran a los costados.

Reporte del Clarinete: “La Comisión Interna manifiesta su convicción de que el paro es la medida adecuada para enfrentar los despidos, pero instan a que si no hay consenso sobre esa decisión, que la asamblea lo exprese. Se presenta una moción para levantar el paro. Obtiene 79 votos a favor, 55 en contra y 49 abstenciones”.

El paro estaba levantado, pero antes de que alguien se alzara del suelo surgió una segunda moción. La hizo un redactor de manera espontánea, tal como aseguraron a plazademayo el propio periodista y otros tres compañeros que hoy trabajan en Clarín. Propuso que todos los despedidos por razones disciplinarias (los 10 delegados y otros 10 integrantes de la Junta Electoral) tuvieran las manos libres para negociar su indemnización. A esa altura resultaba evidente que la mayoría de ellos hubiera conservado su puesto de trabajo si no se hubieran involucrado en aquella lucha. Hubo 173 votos a favor, 6 votos en contra y 4 abstenciones. Los diez que no votaron a favor eran los delegados. Dos días más tarde la ministra Bullrich recibiría a la Comisión Interna y un delegado de la Utpba, en lo que fue una dilatación formal del gobierno de Fernando de la Rúa, que no quiso en ningún momento decretar la conciliación obligatoria. Eso hubiera obligado al Diario a retrotraer la situación al instante previo al conflicto y aceptar que ingresaran a la Redacción los 117 despedidos, incluidos los delegados. Pero el gobierno de la Alianza pagó su deuda con la empresa: el pronunciamiento de la “Piba” Bullrich fue que no había conflicto dentro de Clarín, de modo que no había ninguna conciliación obligatoria que declarar.

Cualquiera que haya participado de la desconcentración de aquella última asamblea del martes 7 –lo aseguran aún hoy los periodistas que siguen en Clarín– revive la escena con escalofríos. Comenzaron a ingresar al Diario bajo la lluvia, mientras se abrazaban con sus compañeros despedidos, a moco tendido. Era el momento del desgarro en sí.

Había algo paradójico: se suponía que los que entraban seguían conectados al cordón umbilical que representa el trabajo estable, el salario asegurado el primer día del mes y la obra social o la prepaga cubierta. Pero la sensación de estar en un cementerio estaba adentro del Diario. No afuera.

Epilogo



Tras los despidos, el movimiento gremial en Clarín se apagó por completo. Hubo dos conatos, apenas: aplausos en el tercer piso del diario, donde está el corazón de la redacción, durante cinco minutos en cada ocasión. Funcionó una colecta solidaria que, como suele ocurrir, fue generosa en las primeras semanas y luego fue menguando.

Los diez delegados terminaron cobrando su indemnización. La última en percibir sus haberes fue Ana Ale, un año después de ser echada. El diario les pagó indemnización doble, la que corresponde a los delegados gremiales. Los ex delegados, los que habían sido echados por toda la redacción, siguen cobrando su sueldo del diario.

Ana enfermó de cáncer en 2003 y falleció en 2005. En su funeral -una ceremonia íntima de sus familiares y amigos, en una plaza donde Ana llevaba a jugar a sus hijos– Olga Viglieca dejó sentado lo irrefutable: se pueden hacer mil conjeturas sobre por qué se enfermó. Pero Ana no pudo disponer durante su tratamiento de la asistencia con que había contado durante los veinte años en que trabajó para el diario. Dejó dos niños pequeños. Su viudo, Pablo Llonto, se alejó de la militancia con la lista Violeta y sus aliados de la Naranja. Hoy está más cercano a la Gremial de Prensa, una agrupación que muchos asocian al kircherismo.

Hace diez años y medio que los periodistas de Clarín no tienen ni siquiera una comisión interna formal. Perciben sus salarios el primer día de cada mes, con aumentos que corren de atrás, aunque por muy poco, a la inflación real. El último aumento, en octubre de 2010, fue escalonado y totalizó 23%.

Para Clarín el dinero es un problema, pero un problema menor. En cambio la cuestión gremial, está visto, es otra cosa.

lunes, 11 de abril de 2011

Ahora a ganar este torneo de ocho fechas


Vamos a empezar de nuevo, cebolllita y huevo pan y libertad... Así empezaba una vieja canción contestataria de los años '70 que en sus versos imaginaba un mundo distinto sin opresión, otro país a partir de una mañana, de un nuevo día.
Algo de eso es lo que pasa con Defensores a partir de esta mañana, o en cualquiera de estas mañanas: hay que empezar de nuevo otro campeonato. Sin otro remedio, debemos liberarnos de la presión de pelear por el título porque eso ya es imposible. Pero no es imposible “el mundo nuevo” para Defe, una vida distinta en el Nacional.
Pero para eso hay que encarar un torneo nuevo de ocho fechas en el que arrancamos con tres puntos de ventajas sobre Estudiantes, y seis sobre Chicago, aunque no hay que descuidar a los buenos equipos de Barrracas Central y Brown de Adrogué que siguen atrás. Es imperioso conservar el segundo puesto para arrancar con todas las ventajas el Reducido. Siempre de locales, siempre pasando con el empate. Hay que apretar los dientes y no aflojar. No se pudo el ascenso directo, pero tal vez se pueda ganar el Reducido y la Promoción, la pobre segunda chance de este torneo demencial. Defensores está haciendo una gran campaña, y la debe consolidar en este torneo de ocho fechas que arranca el domingo ante Los Andes. Y que sigue así: Local ante Cole, visitante ante Estudiantes, locales ante Chicago, visitante ante Comu, local con Villa San Carlos, visitante frente a Italiano y cerramos en el Pasquale ante Morón.
A Estudiantes le queda: Sarmiento de local, Flandria afuera, Defe adentro, Acassuso de visitante, Los Andes en Caseros, Colegiales en Munro, Tristán adentro y Chicago en Mataderos.
A Nueva Chicago le queda: Español de local, Sarmiento en Junín, Flandria de local, Defe en Defe, Acassuso en Tense, Los Andes de locales, Colegiales afuera y en el última, partidazo que nos conviene, ante Estudiantes en Mataderos.

Queda claro que obteniendo buenos resultados antes Estudiantes y Chicago, se habrán dado pasos fundamentales para el objetivo de este torneo corto.

Vamos Defe, no te des vencido ni aún vencido,
trémulo de pavor siéntete bravo,
y arremete feroz ya mahlerido

jueves, 7 de abril de 2011

Della Picca cambia medio equipo para el sábado


No fue un entrenamiento más el de este jueves por la mañana. Quizás como nunca a lo largo de este eterno campeonato, Fito Della Picca tuvo la certeza de que debía cambiar medio equipo para enfrentar el sábado, a las 13.05, en el Pasquale, a Acassuso. Y así le dio los detalles a Prosa Dragona.
Por molestias musculares quedaron descartados el capitán Batallini, el volante Jacobo Mansilla y el Tanque Giménez (volvió tener problemas con su talalgia); el medio Porcel fue suspendido por una fecha, y el “8” Lucho González dejará su lugar por cuestiones tácticas. El equipo será, con sus reemplazantes, el siguiente: Griffo; Nebot (por Batallini), Martínez Montagnoli, Alberich y Tarabini; Santibáñez (por Lucho), Sommariva, Arce (por Porcel) y Becica (por Mansilla); Montenegro y Coria (por Giménez).
En cuanto a las nueve fechas que restan, Fito Della Picca dice guardar “una pequeña esperanza” de alcanzar a Atlanta, pero reconoce que los 12 puntos “son muchos. Pero esto es fútbol y todo puede pasar”. Sabe, como todos, que esta campaña de Defensores “es para ascender” y que nadie imaginó que “Atlanta sumara una cantidad de puntos que es inusual”. Dice que no hay demasiadas diferencias futbolísticas con Atlanta, pero que “Defensores cometió el pecado de empatar muchos partidos”.
Insiste, como muchos, que este torneo “así no se debe jugar más, los dirigentes tienen que reunirse y cambiarlo, debe haber otro ascenso directo” y que es “muy cruel que después de 42 fechas el primero sea el único vivo y el segundo un tontito”.
Della Picca confía mucho en el equipo en caso de jugar el Octogonal para llegar al Reducido, “porque lo veo muy firme, muy bien parado. Y no sólo hay que ponderar a la defensa. Si nos hacen pocos goles es por culpa del buen funcionamiento de todo el equipo. Pero igual en el octogonal es apenas un partido, y a veces puede ser riesgoso, porque cuantas veces en el fútbol merecés ganar y no lo hacés”.
El DT andaba preocupado fundamentalmente por la las lesiones de Batallini y Mansilla (“todavía no les hicieron los estudios para saber cuándo van a estar para volver”), pero en la despedida con Prosa Dragona dejó su mensaje optimista: “Tengo un muy buen plantel, y vamos a seguir hasta el final con la ilusión intacta de ascender”.

lunes, 4 de abril de 2011

Asociación del Futbol Argentino, manga...


Habría que hacer un planteo judicial, por la evidente discriminación que sufren los equipos de la Primera B Metropolitana.
Un reclamo serio al INADI porque se trata con una vara mejor a los equipos del interior que buscan consolidar su ilusión de llegar alguna vez al fútbol grande.
La Primera B debería tener las mismas plazas de ascenso que la categoría superior. En realidad todas las categorías deberían ser semejantes, con mismos reglamentos, misma definición, mismos descensos.
Pero estamos en la Argentina y todo se transa. Se inventan los promedios para los grandes, y el resto que se joda. Dependemos de la AFA, que es la sucursal de la oscuridad.
Qué pasa si en el próximo torneo logran un acuerdo los clubes de la B Metro y postulan que sino se modifica este torneo insano no lo comienzan. Total qué, si para la mayoría cada año es un largo letargo sin mayores expectativas, porque después de 42 fechas hay un solo ascenso, y el pobre que gane el reducido será humillado con desventaja deportiva ante el que viene penando en los últimos puestos del Nacional.
Quién nos consuela si después de esta magnífica campaña de Defensores, no logramos el ascenso porque Atlanta termina inalcanzable, o porque otra vez quedamos afuera sin perder un solo partido en el octogonal, pero nos castigan, como aquella vez, por empatar dos veces con Dep. Merlo.
Terminaremos con más de 70 puntos que es la cifra que sacan los campeones de este engendro hecho torneo. Tantos sacrificio, tanta concentración de los jugadores, tanta virtud, tanto esfuerzo de tantos, ¿y si no subimos?
Si no somos campeones, tendremos la migaja de propina de contar con ventaja deportiva en el octogonal. ¿Pero qué pasa si te embocan en una casualidad, porque parece que sólo así le pueden hacer goles a nuestra defensa? A la mierda todo, absolutamente todo.
Si no fuera por Defensores, ya este torneo no tendría gracia porque Atlanta sería el campeón.
Yo tengo fe de que aún podemos alcanzarlos. Y si no, de ascender por la otra traumática vía.
Pero dirigentes en general de la B, en serio, este torneo así no se puede jugar más. Y si quieren continuar como bufones del gran mafioso de la calle Viamonte, viajando gratis a los Mundiales con sus mujeres y amantes, para que nada cambie, bueno VAYANSE A CAGAR, pero al menos yo, a la cancha, voy a ir cada vez menos…