miércoles, 14 de noviembre de 2012

Malos presagios

Otro bochorno, otra vergüenza. Eliminados dando lástima de la primera ronda de la Copa Argentina! Es que Defensores hoy se parece más a Berazategui, a un equipo de Primera C, que a uno con aspiraciones de crecer, de estar en el Nacional.Y no sólo futbolísticamente, cosa que quedó comporaba ayer, y se comprueba en cada partido de este equipo o plantel tan mal armado otra vez por la incapaz dirigencia del club. También Defensores hoy se parece como nunca a una institución pequeña, sin destino ni aspiraciones, mediocre, manejada por un grupúsculo hermético que deshace más que hace todo el tiempo. Es pésimo el trabajo en las inferiores, no hay actividad ni social ni cultural, y el estadio, salvo la platea, se parece más que nunca, sí, a un equipo de la C. Si seguismo así, ya sabemos cuál es el destino: Defensores descenderá (si en esta temporada logra sacar 50 puntos,pongamos, en la otra hay obtener 70 puntos para salvarse...), cada vez tendrá menos socios, además de los cientos y cientos de hinchas que se alejaron por la violencia que surge de la cabeza del club, y será presa fácil de cualquier proyecto o negociado para desalojarnos de nuestro histórico lugar.
Nadie entiende por qué trajeron a este técnico ni al anterior. Ni a los arqueros, ni a los peores jugadores de las inferiores de Vélez, ni a tanto burro que andaba suelto por ahí. Si parece, en serio, que quisieran hacer las cosas mal adrede.
En fin, Defe, ojalá que me equivoqué. Pero el tiempo se empecina en darme la razón, y veo, lo juro, demasiados malos presagios.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El 8N

El ocho el culo te abrocho
Si vas el ocho preparate el siete
El 8N…o existe
El 8N…unca me verá
El 8N…ecesitarán un radar para encontrarme
El 8N…adie me podrá borrar la poesía
El 8N…adaré como siempre en el optimismo
El 8N…ecesitarás un jarrón para mis flores nuevas
El 8N…ombraré tu nombre más que nunca
El 8N…otaré otra vez que no voy equivocado
El 8Nada! Corré la cacerola, oligarca, que voy apurado a un nuevo sueño
(Viva el Che, Sandino y mi primo Gustavo Varela y los 30 mil desaparecidos)

jueves, 1 de noviembre de 2012

Cómo te voy a extrañar, Gustavo...

Yo no sé qué se puede hacer con la vida de uno cuando la vida del amigo del alma se apagó, así como en un relámpago, tan a destiempo, cruelmente temprano. A dónde llamarlo ahora sino veo el cielo de tanto llorarlo.
Mi gran amigo Gustavo Sentar, el “Mosca” ahora de adulto, “mosquito” cuando desparramábamos la tierra en los picados del barrio o haciendo oyos para la bolita, se murió el lunes a los 55 años y no parece real esto de escribirlo. Pero aún con la mente embotada, los ojos rojos y tecleando tembloroso quiero hacerle un homenaje a ese tipo que tanto quise y que fue mi hermano por elección propia.
Nos conocimos en primer grado superior en la escuela Cullen de la calle 11 de septiembre y casi que no nos separamos más. Compartimos el barrio de Núñez, porque vivíamos separados por un potrero, yo apenas con un patio y mi perro Colita, y él con su gallinero que daba a Comodoro Rivadavia, con gallos espléndidos y un palomar de donde salían mensajes hacia las primeras pibas que queríamos. Tenía un loro alcahuete que le batía al papá Julio cuando hacíamos lío, pero menos mal que estaba la vieja Emilia que en dos tazones de café con leche con pan cortado adentro, nos sacaba la confesión y el inmediato indulto. Yo con el Mosca hice esos barquitos de papel de los que habla Serrat. Después de cada lluvia mandábamos a navegar a nuestros bergantines por las frondosas aguas que bañaban las costas del cordón de la vereda, y que con las botas puestas evitábamos que naufragaran en la alcantarilla.
Cómo te voy a extrañar Gustavo… Los putos puchos que te tragaste por Defe, otra pasión que nos unía, como el miserable faso negro sin filtro que fumábamos a escondidas en FACA, la fábrica abandonada de Manzanares y la vía, y que nos buchoneaba cuando no nos rateábamos a la clase de inglés. ¿Te acordás cuando íbamos a ver a Defensores a todas partes? ¿Cuántas veces hicimos el recorrido Bondi a Constitución-tren-bondi a la cancha…?
Sí, nadie nos cree que con 13 o 14 años, gritamos un gol del Dragón en plena tribuna de Chicago. Nos habíamos equivocado de tribuna, y de arranque Defe ganaba, cómo no lo íbamos a gritar. Cómo son los tiempo, viste Mosca, aquella vez nos miraron feo y nada más… Hoy, hoy nos achuraban.
Son tantas las cosas que vivimos juntos. Toda la primaria juntos hasta tercer año de la secundaria, en esa escuela de curas de Saavedra cuando nos rajaron a los dos y terminamos en dos colegios distintos. Pero vos ya no querías ir más. Claro, en segundo año entraste en el Guiness del tipo que batió el récord haciéndose la rata. Tres meses! Y los profe y las autoridades me encaraban a mí con las preguntas porque sabían que éramos hermanos. Y a mi se me ocurrió decirles que tenías hepatitis, y te conseguí un certificado trucho y a vos te importaba un huevo, pero yo no quería que perdieras el año, y además te extrañaba. Ya te conocían todos los animales del zoológico y las parejas del botánico, donde ibas a parar en tu simulacro de escuela si el tiempo estaba bueno. Y ahí, o mirando a las jirafas te ponías a soñar. Siempre fuiste un soñador, Mosca. Y si no te hacías todo el recorrido del 405, te bajabas en la terminal, te tomabas un desayuno, buscabas algún diario Crónica que hablara de Defe y te volvías haciendo coincidir el retorno con el timbre de salida. Ya no me acuerdo si tus viejos se enteraron, sí que zafaste, y el día que volviste al colegio te ayudé a pasarte yema de huevo por la cara para que parezcas más amarillo y convaleciente.
Te vi radiante después que leyeras Corazón Pintado, el libro que escribí con historias vividas en nuestro Defe. Es que te nombré tanto… “¿Cuándo me vas a dar un mango de las regalías del libro…?” me preguntábas riéndote y orgulloso.
La última vez que nos cagamos de risa juntos fue hace unos días, cuando en el sanatorio me contaste que una enfermera fea y malhumorada te había bañado y fregado los testículos paspados como si fueran trapos sucios. “¡No, dejame los huevos en paz!” le gritaste como pudiste y cuando me lo contaste no parábamos de llorar de risa.
Fuiste el canillita del quiosco de Cabildo y Congreso que le prestaba el diario y las revistas a todos los laburantes linderos. Yo te iba a visitar y tomábamos un feca en un barcito en el que eras local, de esos de antes de un mostrador de estaño, y tres mesitas rantifusas.
Te rajaste a vivir a Benavídez, y por un tiempo no nos vimos, hasta que en un partido de noche volviste a Defe y a tus amigos. Nunca más dejamos de hablarnos y vernos. El año pasado te cansaste y vendiste tu micro escolar. Los pibes te adoraban y les hacías todas las piruetas que te pedían, iguales a las que nos hacía el chofer de la 405 cuando salíamos de la escuela 7 de Cabildo y Larralde –ahí fuimos a parar desde la Cullen -, acelerando en las cunetas para que nosotros en el siento de atrás voláramos felices.
Ese cáncer de mierda apareció en escena una mañana de marzo en que no podías mover uno de tus brazos. Me llamaste para contarme. Nos dimos ánimos mutuamente, y así hasta hace unas horas. Pero en realidad el ánimo venía de tu parte, cuando nos decías que querías irte a vivir a la sierras y que pensabas en una casa que tenga otra pieza grande para recibir a tus amigos. Y una parrilla, claro. Pensar que hace dos semanas te hicimos con el Tano Rafael, Daniel y Damián un asado en tu casa. Desde tu silla de ruedas dabas todas las indicaciones.
No sé cómo escribo… Las palabras salen azoradas de mi corazón tan triste.
Qué fea veo la vida ahora sin vos, Gustavo. Es tanto lo que te voy a extrañar…