jueves, 7 de junio de 2012

La muerte del periodismo








El periodismo ha muerto de muerte violenta. Hoy me avergüenzan los despojos malolientes que reptan en la profesión, que supo ser buena, noble, bohemia, que tuvo ejecutores que fueron ejecutados por jurarle lealtad a la verdad. Pero hoy es blasfema, mercenaria, acomodaticia, hoy es el mecanismo a través del cual se amordaza, se miente, se trastoca, se omite. Ya es imposible relacionar al periodismo como una herramienta que usa el pueblo para informarse, educarse, concientizarse. Todo lo contrario, el periodismo, a través de personeros del interés económico se mofa de la realidad, se le ríe a risotadas en la cara al inocente que busca las respuestas escondidas. Nada de lo que en las miserables letras de molde se reproduce, que en las pantallas se muestra sin rubor o se escucha a gritos desde las emisoras retrógradas, nada de todo ese palabrerío mal dicho representa una elevación del espíritu. Uno lee y se mancha, uno ve y maldice, uno escucha y se aturde.
El Día del Periodista es entonces un día de duelo. Por la muerte del periodismo, por el fin de los periodistas. No es posible nunca más un periodismo libre dentro de un sistema donde las riquezas son cada vez más de unos menos. Desde los medios se vive entonces la realidad ficticia que dictan esos poderosos, y los mendigos de sus migajas asienten y van y escriben, hablan y muestran lo que ordenó el amo descarado.
En la Argentina no hay lados. Porque de uno y de otro se miente, y en el medio navega la incredulidad del pueblo que no tiene más remedio que distraerse con ese veneno del periodismo engañoso. Transan entre un lado y el otro cuando es necesario, y se hacen guiños a escondidas cuando toca pintarse la furia. Pero hay gente grande que parece hecha en fábricas y en serie, sin conciencia ni alma, que se grita demócrata con su antigua mirada gentil a la tortura guardada en el armario; gente de decir revolucionario que ha quebrado ante el primer cargo. Es que el periodismo es hoy una mercancía en venta permanente, está en remate al mejor postor, que mandará qué decir una vez lograda su pieza.
Hace tiempo amordazado en Clarín por decir un poco de todo esto, bendigo a tanta gente joven que se dio cuenta de semejante patraña, y no compra diarios, no tiene TV y sólo escucha música en las radios. Que entendió que la realidad se construye cada día y no viene envuelta en papel de diario ni dentro de una caja espantosa. Que nadie los va a matar en la esquina, que los pobres existen y son dignos, que ni saben lo que es el dólar ni les interesa. Pero que entienden si hay futuro o no, quién es hijo de puta o no, y que se sienten representados por la amistad y la lucha y algunos que rescataron de la historia por no venderse.
Que no es el caso hoy de los periodistas.