jueves, 20 de enero de 2011

Jacobo Mansilla, una alegría tenerte con nosotros


Nació allá en el Castelli de las honduras bonaerenses, hace nada más que 23 años. Cuando se puso los pantaloncitos de jugar al fútbol, se pelearon por él en la Liga dolorense. Tanto fue, que el ruido llegó hasta Avellaneda: “Hay un pibito por Dolores que volantea y la rompe” dijo la recomendación, y la alfombra mágica navegó para depositarlo en Independiente. Jacobo la siguió rompiendo en las inferiores rojas siempre con su zurda de malabares. Hasta que llegó el bendito o maldito momento de hacerse grande o profesional, y Jacobo apenas si pudo aferrarse a un partido en Primera, entrando un ratito ante el Gimnasia jujeño. Y no hubo más. Al poco tiempo, del inestable Independiente de los últimos tiempos, se tuvo que ir. La desesperación de los dirigentes por brillar sin ilustrarse antes, hizo que junto a él se fueron otros pibes talentosos.Y Jacobo marchó con su bolsito a medio llenar, como su fe, a Brown de Adrogué. Pero de a poco volvió a ser el pibe feliz de cachetes color manzana que levantaba polvo con pases, gambetas y caños; como allá no tan lejos, en esos sus pagos de a mitad de Mar del Plata. Se ganó la titularidad en primera, y si antes se ponía Rojo, ahora estaba tricolor su pecho. Llegó la temporada 2009-2010 y se fue transformando en la figura de Brown y otros ojos se le volvieron a posar. Encima hacía goles, también, 10, como su camiseta. Lo tentaron del Olmedo de la primera ecuatoriana, de Chacarita, pero Jacobo volvió al rojo, al rojoinegro. No lo pensó ni medio amague. Se vino para la Capital, y ya en Libertador se sintió más libre para ser el Comodoro de este vuelo del Dragón. Aquí en Defensores es figura, y nunca fue tan feliz. Si hasta tuvo sus hijos mellizos, y claro, jugó todavía mejor, se hizo goleador después del primer sábado de llanto en duplicado. Hoy sin él el equipo parece no ser equipo. Es como si a un buen auto le faltara aceite. Jacobo Mansilla lubrica el andar de Defensores, afina cuando él la toca. Una alegría, Jacobo, que estés con nosotros.

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