viernes, 9 de septiembre de 2011

"Creerse Messi hasta en la oficina"


Este cuento lo escribí para los fascículos sobre Lionel Messi que publicó recientemente el diario Clarín. Lo quería compartir con ustedes.

"Lionel se escapó de la Play Station y ahora lo maneja Dios…”
Algo así le dije a Luis, mi viejo psiquiatra amigo, que cada tanto me recibía en su diván raído y envuelto como siempre en el humo de su cigarrillo inacabable.
Luis era futbolero como yo, y al menos si no entendía, escuchaba con atención mi nueva obsesión que se desataba con cada gol de Messi.
Decime, Luis, si los goles del pibe no te hacen acordar a esos actos de amor que teníamos de jóvenes, cuando todo era perfecto y rápido. Hacíamos el amor funcionando a mil, y después estábamos como si tal cosa, y éramos capaces de repetir dos, tres veces más como Lionel, al que nunca le parece que es suficiente tanta suficiencia…
Me gustaba jugar con las palabras y hacerme el filósofo y no se qué después de otro gol de Messi en Barcelona, y que como un loco buscaba que me lo volvieran a pasar hasta en un programa de cocina. Mi mujer no llegó a decirme Lionel o yo porque creo que ya no le importaba que hubiera otra, porque otro no todavía, quién te dice más adelante…
Qué manía que tenés de relacionar al fútbol con el sexo, Angel Alfredo, el fútbol no lo es todo, como tampoco el sexo…
Me acuerdo que esa vez me senté en el diván para mirarlo a Luis después de esa sentencia. El bajó la vista y sonrió y no dijo nada cuando yo le respondí “todo no, pero casi todo…” Me llamo Angel Alfredo por culpa de mi viejo bostero y de Angel Rojas y Alfredo Rojas, uno de angelical cintura y otro de cabezazo goleador que enhebraron parte del Boca de los ’60. Y con Luis nos une que aunque, él sea gallina, el hermano lleva un nombre parecido al mío en cuanto a lo alusivo: Ermindo Daniel le puso el padre al hermano mayor, en honor a los ilustres Onega de la banda de aquellos mismos años. Por qué se llama Luis, Luis nunca lo supo, porque al poco tiempo el viejo murió y la madre se hizo monja y él con el hermano vivieron en monasterios y enclaustrados entre rejas y se la bancó inventando partidos de fútbol de River en su mente, y goles de Pinino Mas. Por eso después estudió psiquiatría, no entendía como de pibe no se volvió loco…
A mí me pasa lo mismo, de alguna manera. Yo hago el mismo laburo de oficina hace 20 años, y a veces me creo Lionel cuando sello expedientes y cada golpe sobre el papel es una de sus gambetas. Cuando imagino un gol de él, el último golpe, el del último toque a la red es un golpe más fuerte, más sonoro y a veces hasta lo grito, y entonces se repite la escena de mis compañeros mirándome y mirándose, y un turro que siempre me pregunta en voz alta “¿te sentís bien, Angel Alfredo?”
¿Te acordás cuando casi te echan del trabajo, por rememorar el gol maradoniano que le hizo al Getafe hace un par de años?
Siempre adivina Luis lo que estoy pensando… Sí, cómo no me voy a acordar, si tuve una crisis aquel día… Es que yo creía que el gol de Diego a los ingleses no se iba a repetir, que era una obra sublime y antojadiza del Dios que habitaba en el Diez. Pero ahora queda claro que el Santo Padre se metió en el cuero de Lionel, o se afanó un jugador de Play Station y como a Adán, le sopló y fue Messi. Y ese día de abril de 2007, contra Getafe, se ve que Dios tenía otra fiesta de gala, y apretó el control remoto de Lionel para regalarle ese gol a sus invitados. Bueno, pero Luis quiere que le recuerde los hechos. Ya está, “toda pasa…” como dice ya sabemos quien. Nada, di tanto sellazos que al final, de la emoción, tiré todo al piso incluido el monitor de la compu, y encima grité el gol de Messi de escritorio parado en la silla. Pero qué querían con semejante gol. No me canso de estudiarlo y compararlo con el de Diego. Los dos salen del campo propio, y los dos gambetean en velocidad a cuatro rivales y al arquero. Quizás Diego arrancó un par de metros más atrás, y quizás Messi fue más rápido.
Al Real Madrid, por la Champions, le hizo otro parecido pero arrancando más cerca. Es que cada gol de Lionel es especial, si hasta cuando la empuja en la línea la pelota se anida con delicadeza en la red, se queda un rato entre murmullos de las dos, tan enamoradas de ese muchacho.
Ah… ¡Empujarla… Luis! Ya sé, te llamás Luis por el Luis Artime, aquel goleador que marcó 70 veces en River. Artime casi siempre la empujaba en el área chica, como Bianchi, Morete, Curioni… Por eso recordando aquel fútbol y estropeándonos los ojos con el actual de entrecasa, Messi queda como algo irreal, es otra cosa, Luis, Messi se escapó de la Play…
Pero a Luis no lo pude ver más, se extravió en la humareda de su tabaco perenne…
Ahora me reconcilié con mi esposa. Se enterneció cuando me vio llorar como un chico después de que Lionel le hiciera el gol al Manchester en la final de Wembley… “Es que me hizo revivir la vendetta del Diego a los ingleses” le dije entre sollozos justificándome. Ella me acarició la cabeza y me dijo, con una sonrisa de resignación, la mejor frase de oficina que escuché en 20 años: “Messi y/o yo…”

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